viernes, 18 de octubre de 2013

Una sentencia fuera de hora

Sobre la famosa sentencia del Tribunal Constitucional hemos de seguir varias semanas vertiendo mares de tinta. En días pasados, desde este mirador, llamábamos a nuestros lectores a tomarse un tiempo para leer la sentencia 168-13.
Personalmente, después de leerla y escuchar otras opiniones con sus comentarios extensos de personas que saben de leyes y de asuntos migratorios, me decido a dar mi opinión como otro ciudadano que pisa este suelo dominicano.

1.- La sentencia 168-13 es un paso acertado de la Justicia dominicana para poner orden en el caos que afecta al área de migración. Como tal, como un deseo de establecer límites claros y llevar al que está viviendo fuera de la ley al marco jurídico correspondiente, yo la apruebo y apoyo. Es decir, pensando en el futuro, para que se aplique a partir de ahora y en adelante a todos los extranjeros que quieran residir en la República Dominicana y que tengan descendencia en esta tierra de Duarte. Para cumplir una función de adecentamiento en el desastre que hasta ahora hemos visto, esta sentencia es un paso de avance.
2.- Las autoridades de Migración de todos los gobiernos pasados en la República Dominicana, durante los últimos cincuenta años, han actuado pésimamente en el tema que ahora se quiere corregir con la sentencia 168-13. Me refiero a lo que es el origen del problema: a la migración descontrolada de nacionales haitianos hacia la Rep. Dominicana. El caos que por décadas dominó en las oficinas de Registro Civil de la Rep.Dominicana es lo que ha traido como consecuencia la invasión silente de ilegales haitianos que eran traídos para ser utilizados como braceros en el corte y recogida de la caña de azúcar. Desde ese momento era necesaria una legislación clara y bien aplicada para no tener que venir ahora a zanjar, a la brava, una situación tan deplorable. Aquí todo el mundo sabe que los dividendos económicos por meter haitianos ilegales eran muy altos. Aquí se traficaba con haitianos, con chinos, con cubanos, con judíos, en varias épocas de la historia reciente de este país. Se les traía ilegalmente y se les dejaba ilegalmente vivir, trabajar en el país. A cambio de un silencio pagado a los que debían impedir esa ilegal situación.
3.- Ahora, cuando la situación de los haitianos se hace insostenible, peligrosa y hasta amenazante para los intereses económicos de un grupo se quiere poner por decreto el remedio, que hace tiempo se debía haber buscado. Es lo que le llamo una falta de vergüenza y una hipocresía en los legisladores que parieron esta sentencia. Durante décadas miraron para otro lado, dejando que la frontera fuera sacudida por los que empujan por hacerse un sitio donde sobrevivir, y ahora, cuando se ven apretados, van a sacarlos a la fuerza, después de que miles de ilegales han procreado una generación a este lado de la frontera.
4.- El que esto escribe no es dominicano. Desde hace 30 años soy residente extranjero en la República Dominicana. Durante este tiempo he cumplido las normas de extranjería para poder hacer mi vida en este hermoso país. He cumplido las normas y he pagado los impuestos que me exigen, cada año más elevados. Me pregunto por qué a los demás emigrantes que llegan no se les obliga a lo mismo. No puedo creer que durante cincuenta años se les haya permitido entrar sin pedirle que legalicen su situación como emigrantes.
Y cuando la situación se pone color de hormiga, entonces salen a buscar una solución. No. Esa sentencia queda fuera de hora, de mes y de año. Hace tiempo que esa sentencia debió aplicarse con todas sus fuerzas. A todos, a los blancos ojos azules y a los morenos con pelo crespo. Hace tiempo, no ahora, a la carrera y atentando contra quienes han nacido aquí y son tan dominicanos como Duarte o como el presidente Medina.

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