viernes, 4 de septiembre de 2015

Un pasito para adelante y tres para atrás

Ese título de hoy responde a la realidad que vivimos en la Rep. Dominicana. Resulta que hace unos días, nos sobrecogimos con la noticia de un intento de suicidio de la joven embarazada que se lanzó al pavimento desde un puente en la Máximo Gómez. Nos sorprendió, cosa que no debiera, la solicitud y el arrojo de un estudiante que se dispuso a ayudar a la joven malherida, casi a punto de morir en la calle. Digo que no debiera admirarnos este gesto, porque considero que, como seres humanos, ese es nuestro deber: socorrer al que lo necesita, por encima de quién sea el infeliz. De todas maneras, ese joven "buen samaritano" (estudiante de Medicina) merece nuestro reconocimiento y aplauso. Hoy, la muchacha le debe su vida porque, gracias a Dios y a los doctores, se recupera en el hospital. Si no hubiera actuado este joven en ese momento, su salud no sería la misma.
Sin embargo, en esta semana, asistimos a otro hecho parecido en el que como sociedad hemos dado un retroceso: el piloto de un helicóptero es rescatado después de sufrir un accidente y es víctima de un robo por parte de unos jóvenes indolentes que lo asisten. Lo socorren para robarle, así de claro. ¿De qué selva salieron estos trogoloditas? ¿En qué época de la prehistoria estamos? ¿Cómo llamar a esta sociedad que produce estos elementos? No me cabe la menor duda de que estamos ante un ejemplo de barbarie en medio de una civilización con más de cinco mil años de historia. Robar a un herido, indefenso, es señal de que todavía nos quedan cientos de años luz de educación y adiestramiento en todos los sentidos. Por eso es que un día avanzamos un pasito, y al otro, nos vamos para atrás como los cangrejos. Así, nos va a costar mucho salir del subdesarrollo mental en el que vivimos. Mientras no se eduque a la juventud en los valores del respeto, del trabajo, de la honestidad, del valor de la ley y su cumplimiento, no vamos a poder cosechar frutos como el del primer joven. Mientras los grupos de jóvenes de los barrios de nuestras ciudades no tengan lugares para practicar deporte, escuelas con buenas bibliotecas y salas de informática, talleres para aprender un oficio digno; mientras sus padres no tengan un empleo decente y con el salario digno y abundante para cubrir sus necesidades seguiremos viendo escenas como las del piloto en Maquiteria.
A este ritmo no llega nadie.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ojo, señora Caram, busque bien...

Debo retomar el arma ( en este caso la pluma, el teclado) para salir al paso de la desfachatez (o dicho en dominicano, la cara dura) de la directora de Profamilia, la señora Caram. Resulta que ahora esta señora acusa a los que estamos a favor de la vida humana (desde el momento de la concepción hasta la muerte) de ser responsables de la muerte de una joven de dieciocho años, víctima de un aborto provocado por ingerir un bebedizo que su violador-tío de la joven- le obligó a tomar. Es decir, la señora Caram pretende cambiar el argumento de su postura, y viene a decir: ustedes, los que se oponen a  las leyes de la República, que se oponen al aborto son culpables de lo que le sucedió a esta jovencita.
Señora Caram, nosotros, los que estamos a favor de la vida humana no podemos admitir que se muera una mujer embarazada, aun siendo fruto de una violación, ni un ser indefenso que vive en su vientre. No podemos estar de acuerdo, nunca, con que se practique un aborto ni en clínica con todos los servicios, ni en un dispensario médico en la zona más pobre del país, ni en una rancheta del campo más olvidado de este país. Lo que sucedió en Azua esta semana no debe ocurrir nunca. La muerte de esta joven embarazada y su hijo no nacido es una llamada a la sociedad dominicana para que defienda la vida, no la muerte. El argumento suyo se cae desde que trata de vernos a nosotros como propiciadores de muerte. Si de algo estamos claros y nunca nos vamos a echar atrás es de que la vida humana es sagrada, es un don, es un derecho y nadie puede atentar contra ese derecho. En este caso hay otros culpables. Y usted los conoce. Apunte para allá.