martes, 12 de agosto de 2014

La vida es bella


La vida es bella   

     
Por esas casualidades que tiene el calendario, hoy hemos recibido en paquetes separados las noticias de dos muertes: la del P. Miguel Pajares y la de Robin Williams. Estoy seguro que la mayoría de ustedes conoce al actor y no sabe quién es el sacerdote. No voy a contarles sus vidas. Al alcance de todos ruedan por la red las biografías de ambos.
            La coincidencia me permite comentar una canción de Pablo Milanés que escuché en mis años de juventud:

La vida no vale nada
si no es para perecer
porque otros puedan tener
lo que uno disfruta y ama.

La vida no vale nada
si yo me quedo sentado
después que he visto y soñado
que en todas partes me llaman.

Dar la vida y entregarla es lo más grande que una persona puede hacer. “El que no vive para servir, no sirve para vivir”,una frase atribuida a la Beata Teresa de Calcuta, que nos debe hacer pensar. A mí esta noticia de hoy me deja el mensaje de que dar la vida y morir entregándola, para que otros vivan, tiene sentido, y es siempre signo de esperanza para este mundo. Quitarse la vida, el mayor don que hemos recibido, no sirve para nada y deja este mundo sin la luz de la esperanza que necesita. Hoy, el mundo llora y lamenta la muerte de estas dos personas. Sus muertes no son iguales. En Miguel yo veo la audacia del que no teme contagiarse si su labor conlleva ese riesgo. En Robin, uno de mis actores favoritos, y genial en sus interpretaciones, veo la muerte del que se queda sentado mirando el mundo desde el tedio y sin valor para luchar por salir de la esclavitud en que cayó.
En la vida de ambos hay alguna coincidencia: los dos supieron llevar alegría a los demás y, desde los papeles diversos que les tocó representar, el mundo creció en optimismo y la gente que los conoció se motivaron a ser mejores.
En la muerte de ambos no encuentro el punto común. Uno muere contagiado de ébola sirviendo a los enfermos en un hospital liberiano, y el otro muere, sin que se haya confirmado, por una asfixia provocada. No pudo superar la depresión y la dependencia del alcohol. Y tomó una decisión con la que no estoy de acuerdo, aunque la respeto.
Miguel fue capaz de entender las palabras del Maestro: ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su alma? Miguel fue capaz de sacrificar su vida por la causa del otro, del enfermo, del que nadie quiere tocar. Y hoy, al menos para mí, su muerte tiene sentido porque es semilla de esperanza para que el mundo sea mejor.
Que el Señor tenga piedad de sus almas y sea Padre amoroso para estos dos hijos suyos.


P.D. En estas líneas quiero rendir mi tributo de agradecimiento a un religioso que murió hace una semana. También tú, José Antonio, has entregado tu vida por amor a los demás. Que el Señor te recompense con abundancia tu generosidad con los pobres y olvidados de este mundo. Descansa en su paz.